Hace 750 años Marco Polo inició el imaginario occidental sobre Oriente. Siberia, Mongolia y China, con su inmensidad, cultura, historia y riquezas, han atraído a muchos exploradores que alimentaron aún más el interés por la región. Hasta hoy persiste el magnetismo que lleva a miles de personas a lugares con nombres extraños y fascinantes como Irkutsk, Novosibirsk, Baikal, Listvyanka y Ulán Bator. Parecen pertenecer a otro planeta. Un grupo de cuatro abuelas, tres argentinas y una brasileña, todas con más de sesenta y cinco años, se aventuró sin contratar una excursión en la travesía de Moscú a Ulán Bator, a lo largo de la ruta de tren más extensa del mundo, la Transiberiana/Transmongoliana. Luego fueron hasta Pekín. Las cuatro exploradoras viajaron casi siete mil kilómetros, con diversas paradas. No fueron en primera clase sino en segunda, para tener contacto con las personas, conocer sus usos y costumbres. Visitaron mercados, parques, museos y bellezas naturales. En Mongolia durmieron em una yurta, tienda tradicional de los pastores nómades, montaron en camello y presenciaron casamientos a la usanza local. En Pekín recorrieron barrios populares que no figuran en los paseos turísticos. Dentro del tren, esquivaron la mirada atenta de las “pitoniskas”, inspectoras con estilo de agentes de la KGB, responsables de evitar el consumo de cualquier bebida o comida que no fuese comprada en los vagones. En todo el trayecto sintieron la dificultad de comunicación, pues pocos conocen el español, portugués o inglés. De vuelta en sus países, las cuatro decidieron compartir las experiencias del viaje. Así nació este libro, “Un sueño en tren – Quatro avós no Transiberiano”, relato en portugués y español, publicado al mismo tiempo en Argentina y Brasil. Las autoras, Cora Rojo, Cristina Agostinho, Nancy Solá y Norma Fernández, poseen estilo propio y a veces visiones diferentes del mismo hecho, lo que enriquece el texto. Su escritura es fluida y de buen humor. Bellas fotografías ilustran la obra. El resultado es un libro sabroso, atractivo hasta la última página. Tiene gusto a quiero más. Cuando el lector acompaña la narrativa de esas abuelas aventureras, su imaginación viaja hasta lejísimas regiones de la Tierra donde, a pesar de la fantasía introducida por Marco Polo, la vida transcurre con el mismo ritmo, alegría y problemas de Argentina o Brasil, pero permanece el encanto de la diversidad de nuestro planeta.
Luís Giffoni
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