Los versos de Desiertos, pájaros, patios, de Antonio Gil Neto, parecen bailar ante los ojos del lector. Componen escenas y remueven retinas en el quiebre de versos rotos por encabalgamientos que agitan signos y balancean sentidos. Como el samba sincopado, o modita mezclada con maxixe. El poeta anda medio así de sesgo, investigador de sí mismo, del otro, del mundo, “pasa/alisa/todo/atraviesa”. Desea fundirse con lo observado y, del mismo modo, contempla la memoria, cierta añoranza, sin perderse en una nostalgia estéril. Por el contrario, todo está vivo dentro de él, aunque con incertidumbres: “Imágenes en peregrinación giran en los vacíos”. La partitura – solo aparentemente caótica – guía el baile: “Gira y remueve/remueve y gira/ siento la vida desordenada/ En el patio de mi afecto/ Ya se posó un tero”. El movimiento es libre y suelto (pero no ebrio) en el transcurso de la página, en la disposición de los versos. En el vaivén de lo que le parece imprescindible, el poeta hace una gira por los patios de la infancia, encanta e invita al lector a recorrer con él – bailando – los salones de su mundo interior.
Luiz Henrique Gurgel




Antonio Gil Neto nació en Taiaçu. Se graduó en pedagogía y letras. Se mudó a São Paulo, capital, donde construyó su carrera profesional en la educación pública. Paralelamente, participó en proyectos de formación de educadores y en la publicación de materiales didácticos. Escribió los libros de literatura juvenil A flor da pele y Cartas marcadas. También es organizador y autor de A memória brinca: uma ciranda de histórias do ensino municipal paulistano. Recientemente ha publicado poesía: Inéditos, inexatos - uma coleção de água e vidro, Sem saber o amor y Silêncios, seus estilhaços de seda.
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