No hay más ningún lugar para habitar fuera de mí

Las palabras son un proceso de reconstrucción. El acto de escribir sobre lo que sucede, la pausa para depositar rima, ritmo e imágenes en una mirada dolorida, pero valiente, ante los acontecimientos que nos atraviesan y se acumulan con el tiempo, es como una oportunidad de enfrentar la vida de frente, sin filtros, con todo lo que ella nos da y nos quita. Esta obra es, al fin y al cabo, un intento de reconciliación con el pasado, un saludo desde lo que nos ha legado: la mezcla de anhelos, trastornos, aciertos y fracasos. Es una inmersión profunda en la complejidad de las experiencias vividas, un intento de curar heridas abiertas y una invitación (¿súplica?) para cerrar ciclos dolorosos que pueden llevarnos al deseo extremo de abreviar la propia vida, tanto para la autora como para quienes se identifican con sus palabras y sus historias.